05 de Junio de 2015
Seguramente hayas oído con bastante frecuencia el término somatizar, por ejemplo referido a cefaleas, trastornos respiratorios, sexuales e incluso trastornos en la piel. ¿Alguna vez te has puesto a pensar en la relación que puede haber entre tu estado físico y emocional? Seguro que has sentido mariposas en el estómago, la piel de gallina, o una sudoración en las manos antes de un examen.
Somatizar hace referencia a un dolor o malestar físico, cuyo origen es psíquico. Fue Steckel quien en 1943 acuñó este término, otorgándole un significado similar al concepto de conversión en psicoanálisis, es decir, un mecanismo que convierte la energía psíquica en síntomas físicos.
Aunque se desconocen los mecanismos exactos que causan estos síntomas, se puede afirmar que cuando la relación mente-cuerpo se ve alterada debido a emociones displacenteras, sentimientos negativos, modificaciones del ciclo vital o situaciones de alto impacto emocional, las cuales producen estrés, ansiedad, y angustia, éstas pueden representarse en forma de síntomas o enfermedades físicas.
“Cuando el corazón no llora, lloran los órganos” (Boris Cyrulnik)
Desde la medicina china tradicional, con siglos de vigencia a sus espaldas, ya se establece la relación entre órganos y emociones. Dicha teoría mantiene la creencia de que el sistema cuerpo-mente es un sistema en equilibrio, y cuando éste se rompe es cuando pueden aparecer los síntomas en sus diversas manifestaciones.
Cada vez está más aceptada la idea de que las emociones son psíquicas y físicas a la vez. El amor, o enamoramiento mejor dicho, provoca el aumento del ritmo cardiaco; el miedo y la ira, rigidez muscular; la tristeza, pesadez de piernas, etc.
En una reciente investigación llevada a cabo por el profesor de neurociencia cognitiva, Lauri Nummenmaa, descubrieron que las emociones positivas, como el amor, la felicidad, o el orgullo, crean mapas sensoriales diferentes a las emociones negativas, llegando a la conclusión de que cada emoción desencadena un patrón específico en el cuerpo.
Y entonces, ¿Qué pasa cuando no atiendo a lo que siento?
Vamos a pensar en las emociones como energía, energía que ha de expresarse y liberarse, tal y como uno se libera de la orina, las mucosas o el sudor. El cuerpo humano funciona nutriéndose y liberándose continuamente, para no saturar la capacidad de nuestro organismo. Sin embargo, cuando una emoción no se expresa, la energía se mueve a otras áreas de nuestro organismo para manifestarse de diferente modo.
En función de nuestra personalidad, nuestras formas de afrontamiento, y nuestra vulnerabilidad ante la somatización, la energía emocional no liberada puede somatizarse como leves síntomas hasta graves trastornos.
Es por ello crucial conectarse con uno mismo, tener un momento para escuchar lo que tu cuerpo te dice y darte cuenta de esta relación.
María Espigares de Silóniz | Psicóloga y Psicoterapéuta en Madrid