13 de Diciembre de 2021
Tradicionalmente, la creación de una nueva vida, era lo que daba sentido a la existencia femenina. La maternidad era entendida como un acto de autorrealización supuestamente instintiva de la naturaleza femenina. Quién no ha escuchado o leído en algún momento argumentos que defienden que al ser madre, la mujer logra la plena identidad de su ser, su completa madurez o cumple de alguna forma con su destino. Sin embargo, más que destino, podríamos decir que desde una visión más tradicional, las mujeres hemos sido cuidadosamente educadas y socializadas desde que nacemos, en un determinado modo de vivir, de comportarse, de pensar, de sentir y de ser: comprensivas, afectuosas, sacrificadas, etc.
Esta visión tan empobrecida de la naturaleza de la mujer, donde básicamente su función era la de la reproducción de la especie, ha evolucionado al tiempo que la realidad social se transforma. Actualmente la sexualidad está cada vez más diferenciada de la reproducción. Son incontables los avances que han propiciado esta transformación: el crecimiento demográfico, la inclusión de la mujer en el ámbito laboral, los anticonceptivos, entre otros. Actualmente, la maternidad es entendida como una decisión. El embarazo es aplazado en muchos casos hasta obtener unas condiciones óptimas, lo que hace imprescindible el deseo consciente y la voluntad de tener un hijo, especialmente para la mujer.
Es importante entender la complejidad del deseo que puedo tener como mujer, de ser madre: Conlleva un proyecto vital, riesgos, significados, expectativas más o menos idealizadas, miedos, ansiedades… Las motivaciones que me llevan a ser madre son múltiples y diversas, conscientes o no, e incluso contradictorias. Puede haber mayor o menor presión social y pueden estar interviniendo en mi múltiples mecanismos psíquicos en dicha decisión: la identificación con mi madre, el deseo de aproximación a mi pareja, etc..
Así pues, incluso cuando el embarazo es claramente deseado y genera expectativas muy positivas, puede movilizar un sinfín de ansiedades, fantasías, conflictos psíquicos, temores y ambivalencias.
Queremos insistir en que si, leyendo estas líneas te has sentido identificada y llevas mucho tiempo con dudas, acudir a la psicología podría ayudarte. ¡Consúltanos!
María Espigares de Silóniz | Psicóloga y Psicoterapéuta Gestalt en Madrid
Centro de psicología | Psicología Mentae