12 de Febrero de 2015
La Atención plena o “mindfulness” proviene de la palabra “sati” en pali, lengua extinguida en la que están recogidos los textos budistas, la cual expresa “conciencia”, “atención” y “recordar”, aunque esta última acepción se refiere a recordar estar presente en el aquí y ahora. Para definir el concepto citaremos a John Kabat-Zinn:
“mindfulness es la conciencia que surge de prestar atención, de forma intencional, a la experiencia tal y como es en el momento presente, sin juzgarla, sin evaluarla y sin reaccionar a ella. Además, la práctica de la atención plena supone, asimismo, dirigir la atención al momento presente que estamos viviendo con una actitud de compasión, interés, apertura y amabilidad, independientemente de si la experiencia resulta agradable o desagradable.” (Kabat Zinn, 2003)
Desgranando la definición encontramos:
– Atención plena a la experiencia presente momento a momento: Esto implica dirigir la atención de manera intencional a las múltiples sensaciones y pensamientos que están presentes en la experiencia inmediata, en el aquí y ahora.
– Aceptación y apertura: Permitir que los pensamientos, emociones y sensaciones ocurran en nosotros y dejarlos fluir sin quedarnos enganchados a ellos. Aunque esto parece fácil de conseguir, no lo es tanto. En nuestro día a día evitamos constantemente ciertas sensaciones o pensamientos. Y esta evitación nos puede arrastrar con facilidad a un ciclo destructivo. Por ejemplo, hay mucha gente fumadora que se plantea dejar de fumar por su salud, para poder hacer ejercicio, etc. Sin embargo, dejar de fumar implica abrirse a una serie de sensaciones desagradables como el malestar, la ansiedad, la ira,… y pensamientos destructivos para la persona como “no voy a poder dejarlo”, “al final acabaré volviendo al vicio” o “ de algo hay que morir”, entre otros. Es decir, para dejar de fumar hay que estar dispuesto a sentir todo esto y aceptarlo, ya que forma parte del camino que se dirige hacia lo que nos importa. Que en este ejemplo es dejar de fumar.
– Imparcialidad, no juzgar: Esta característica del mindfulness implica no juzgar ni dividir la experiencia, tanto externa como interna, en “buena o mala”. La experiencia se vive, se observa, sin separarla en categorías. Y si esto último se hace, también deberíamos observar nuestra tendencia a clasificar la experiencia. Una de las razones para no juzgar la experiencia estriba en la tendencia de la persona, del ego, de aferrarse a lo que le gusta y evitar lo que le disgusta. Si deseamos lo agradable y evitamos siempre lo desagradable nuestra vida se podría limitar en muchos aspectos. Por ejemplo, nunca estaremos contentos con nuestra vida pues esta siempre podría ser mejor; o para que hacer ejercicio si al principio sólo nos fijamos en la pereza, la falta de ganas, el malestar, tener que pasar frío en la calle o dejar de hacer otras cosas que nos atraen más. La experiencia conviene vivirla, sea cual sea su signo, pues a lo mejor el dolor de la vida sirve para hacer hueco a algo más profundo.
Esta tendencia a juzgar implica también que nos juzguemos a nosotros mismos y digamos cosas como “soy ansioso” o “soy alcohólico”. Y con estas aseveraciones ensombrezcamos todo lo bueno y maravilloso que hay en nosotros mismos. En lugar de decirnos eso, el mindfulness invita a cambiar nuestra forma de hablarnos por otra más realista y menos destructiva: “tengo pensamientos llenos de ansiedad” o “tengo conductas adictivas”.
– El interés: Este aspecto del mindfulness también se denomina “mente del principiante” y enfatiza el estar dispuesto a verlo todo como si fuera la primera vez. Al igual que un bebé se encuentra fascinado con la vida y todo es nuevo para él; el principiante ha de levantarse cada día sin dar nada por supuesto. Ningún momento es igual a otro. Así nos vemos libres de las expectativas basadas en experiencias previas, y el día a día cotidiano se podrá convertir en algo fascinante.
– La paciencia: La paciencia es una forma de sabiduría. Demuestra que comprendemos y aceptamos el hecho de que, a veces, las cosas se tengan que producir cuando les toque. En la vida actual la falta de paciencia nos lleva a tener prisa, estrés y ansiedad en múltiples contextos en los que desearíamos estar en otro lado, como un atasco o cuando esperamos a alguien. Estos son ejemplos de situaciones en las que entramos en un estado de estrés o de malestar reactivo y queremos escapar de ellas; dejando de vivir el momento presente.
– La amabilidad: Esta cualidad es necesaria para respetar y ser bondadosos con todos los fenómenos de nuestra mente. Cuando nuestras emociones desagradables, como la ira o la tristeza, nos invadas, acunémoslas y observémoslas con amabilidad y bondad. Seamos amables con cada experiencia. Tengamos una actitud mindfulness
Samuel Gómez Jiménez | Psicólogo Sanitario