22 de Enero de 2016
La personalidad dependiente se caracteriza por una pauta generalizada de dependencia hacia los demás, especialmente hacia las personas que ellos consideran “fuertes” (pareja, padre, madre, etc), acompañado de una visión de sí mismos como débiles, desvalidos y necesitados de ayuda.
La demanda de ayuda y de protección la realizan de una forma pasiva, siendo los demás los que guían y se responsabilizan de sus vidas. Estas personas buscan ante todo la atención y la aprobación de los otros, y esto último sirve de termómetro para evaluar su propia autoestima.
Lo más curioso, es que es mucho más frecuente en mujeres que en hombres, lo que nos hace preguntarnos cuál es el origen de esta patología…
Las explicaciones acerca del origen de este trastorno no están demasiado claras. Sin embargo, en la historia personal de aquellos que lo sufren se ha encontrado habitualmente situaciones en donde el niño o la niña era sobreprotegido por los padres (madres muy preocupadas o ansiosas) de una forma excesiva. Por poner algunos ejemplos más prácticos, imaginemos situaciones en las que no se le permite al niño/a ir a excursiones, ni hacer solo los deberes, no se les permite dormir en casa de amigos, se controlan excesivamente sus amistades, etc. Esto implicaba que estas personas no se exponían a situaciones conflictivas y no desarrollaban habilidades para enfrentarse con ellas.
En otros casos, se habían desarrollado en contextos familiares donde de forma constante se habían encargado de reseñar su falta de capacidad o de habilidades. Además es posible, que las personas significativas para el niño o la niña tuvieran la expectativa negativa de que éste no iba a ser capaz de enfrentarse adecuadamente con los problemas, y esto tendría consecuencias tanto a nivel conductual como en la formación del auto concepto del mismo. En consecuencia, siempre había otra persona “de autoridad” que asumía las responsabilidades.
Parece entonces lógico que tenga más prevalencia en mujeres que en hombres dados los estereotipos de género que existen en nuestra cultura (mujer como débil, pasiva y sumisa y varón calificado de fuerte, valiente, con tendencia a la agresividad, etc)…pero éste, ¡es otro tema!
Para finalizar y como recomendación, recordad lo importante que es brindar a los niños experiencias donde puedan probar, fracasar, saborear sus éxitos y superar sus fracasos. Si facilitamos a los menores la suficiente confianza en sí mismos, les estamos otorgando la capacidad en el futuro de enfrentarse a sus propias dificultades.
María Espigares de Silóniz | Psicóloga y Psicoterapéuta Gestalt en Madrid