28 de Mayo de 2015
¿Por qué a algunas personas les va mejor en la vida que a otras? ¿Por qué, en algunas ocasiones, las personas que consideramos más inteligentes no alcanzan un éxito mayor en su trabajo? ¿Por qué solemos preferir trabajar y convivir al lado de aquel que tiene en cuenta nuestros sentimientos antes del que es capaz de realizar una ecuación mentalmente? ¿Por qué algunas personas son más capaces que otras de enfrentarse a los obstáculos y ver las dificultades de la vida de forma diferente?
La Organización Mundial de la Salud ofrecía recientemente datos acerca de que antes de los catorce años el 20% de nuestros niños padecerá un trastorno mental (depresión, ansiedad…). La respuesta está en las emociones.
Durante todo el siglo XX nos acostumbramos a considerar que la inteligencia descansa únicamente en el intelecto, incluso, a día de hoy, podemos encontrar, aunque cada vez menos, a personas que consideran que las emociones son un estorbo para el intelecto. De este modo, las personas más valiosas eran aquellas que tenían un mayor cociente intelectual. Pero hoy sabemos que el éxito vital depende en gran medida del manejo de nuestras emociones.
¿Si te preguntaran, qué características consideras que tienen un peso importante en un puesto laboral o en tus amigos o en tu pareja o en ti mismo, qué dirías?
La mayoría de las personas hablaríamos de la importancia de saber controlar nuestras emociones y entender y aceptar las de los demás. También resaltaríamos la capacidad de superar los malos momentos que la vida depara, reconocer y aceptar las propias limitaciones y errores, tener un pensamiento positivo, generar alternativas a la hora de tomar decisiones y salir airoso de situaciones conflictivas sin dañarnos ni dañar a los demás. Pero además, diríamos que es importante saber adaptarse a las nuevas situaciones, de trabajar en equipo, de conceder la importancia que tiene el ser honesto, responsable y de controlar las situaciones de estrés… en definitiva hablaríamos de tener autoconocimiento (conocimiento de nosotros mismos), motivación, autoestima, pensamiento positivo, control de impulsos, autonomía, empatía, capacidad de solución de conflictos y habilidades de comunicación.
Casualmente… estaríamos hablando de TENER INTELIGENCIA EMOCIONAL.
De este modo, adquirir una adecuada inteligencia emocional es un factor importante para adquirir éxito personal, social y laboral y, actualmente, esto es un hecho reconocido por todos los estudiosos de este tema.
Además, para desarrollar la inteligencia emocional la clave está en la educación. A través de la educación podremos fomentar la inteligencia emocional en nuestros niños y jóvenes y a través de ella ayudarles a alcanzar un mayor éxito y bienestar personal, social y académico-laboral. Las personas con cierto tipo de personalidad desarrollaran con mayor o menor rapidez y/o facilidad sus habilidades emocionales, pero todos con trabajo pueden fomentar dichas habilidades. Siendo así ¿la escuela no debería ocuparse de desarrollar en sus alumnos la inteligencia emocional?
Hasta hace relativamente poco tiempo cuando se hablaba de cómo deben educar los profesores, se enfatizaba el aprendizaje de matemáticas, lengua, una segunda lengua, sociales… y se defendía que debían manejar y controlar el comportamiento de sus alumnos. Escasa mención se daba a las emociones y sentimientos.
En este momento de debate sobre los cambios educativos, sería un buen momento para reflexionar sobre la inclusión de las habilidades emocionales de forma explícita en el sistema escolar.
La escuela tendrá en el siglo XXI la responsabilidad de educar las emociones. Y además, la capacidad del profesor para captar, comprender y regular las emociones de sus alumnos será el mejor índice del equilibrio de su clase.
Esto no quiere decir que el intelecto, el cociente intelectual no nos ayude a lograr el éxito. De hecho, la mitad de nuestro cerebro (hemisferio izquierdo) se ocupa de todo lo referente a la lógica, de lo normativo, de la visión espacial… es decir de las habilidades cognitivas. Mientras que la otra parte (hemisferio derecho) se encarga de lo que conocemos como inteligencia emocional.
Para mí, como para muchos investigadores, la verdadera INTELIGENCIA reside en el trabajo en común de la inteligencia más racional y la más emocional. Como diría Aristóteles en el punto medio reside la virtud, en este caso sería más exacto: en el punto medio está el éxito: La felicidad.
“Educar las emociones es un proceso largo y lento, pero lleno de ventaja” Rocío Ramos- Paul.
Marta Prada Antón | Psicóloga especialista en niños y adolescentes