04 de Marzo de 2016
Generalmente, cuando pensamos en el proceso de duelo, a todos nos viene a la cabeza el afrontamiento de la pérdida de un ser querido. Sin embargo, durante toda nuestra vida estamos constantemente elaborando duelos: la pérdida de los dientes de leche en la infancia, rupturas, pérdida de poder adquisitivo, despidos laborales, rupturas, emancipación de los padres, proceso de envejecimiento, etc. Todas estas pérdidas ponen en marcha todo un abanico de reacciones emocionales, fisiológicas, cognitivas y conductuales.
Estas reacciones pueden oscilar desde un sentimiento transitorio de tristeza, hasta desarrollar patologías futuras, en función de la capacidad de cada persona para afrontar dichas situaciones. Estas habilidades de supervivencia van a depender de muchas variables, desde la historia personal de cada persona, el apoyo social, el grado de autoestima y su estilo cognitivo entre otros.
El estrés suele ser un síntoma muy común en los procesos de duelo. A lo largo de la historia ha sido entendido de diversas formas. El primero en vincular este término con la psicología fue Hasn Seyle, quien manifestó que el estrés que producen determinadas circunstancias vitales puede originar “enfermedades de adaptación”. Es decir, la forma en la que respondemos y afrontamos los cambios, independientemente de su origen o modalidad, pueden provocar a largo plazo distintas patologías si éstos son inadecuados.
Entonces, ¿Cómo afrontar el duelo para prevenir futuras patologías?.
Lamentablemente, no hay una respuesta mágica a esta cuestión. Cada persona es un mundo, y la forma de afrontar las situaciones de pérdidas son diferentes. Como hemos apuntado anteriormente, hay variables que van a favorecer o no a la elaboración del duelo: la significación de la pérdida, las pérdidas asociadas (por ejemplo, económicas o de estatus social), el apoyo social que se tenga (sentirse querido y protegido), etc.
Sin embargo, podemos dar algunas recomendaciones:
Jorge Bucay lo expresa de la siguiente manera: “La elaboración del duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida de lo que no está, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta su ausencia.”
María Espigares de Silóniz | Psicóloga y Psicoterapéuta Gestalt en Madrid/p>